sábado, 6 de octubre de 2018
CAPITULO 42
Isaac Jenkins entró una vez más en su aula un tanto apenado, pensando que, a pesar de querer guiar a sus alumnos en el arduo camino hacia su futuro, poco podía hacer por aquellos que no se decidían a asistir a sus clases, por más inteligentes que éstos fueran. Cabizbajo, colocó sus libros sobre la mesa y, tras ignorar el ruido que los chicos hacían, intentando perder un poco más del tiempo dedicado a sus lecciones, carraspeó una y otra vez para llamar su atención, algo que prácticamente nunca funcionaba hasta que comenzaba con sus berridos. Pero en esta ocasión, antes de que alzara la voz, un molesto y potente silbido se hizo notar, logrando que guardaran silencio.
—El maestro ya ha llegado —declaró una desconocida y profunda voz, que hizo que Jenkins mirara con más atención a su nuevo alumno.
Con un aire despreocupado y una vestimenta bastante inapropiada consistente en unos vaqueros rajados, una camiseta desgastada y unas pesadas botas, un chico de unos dieciocho años se sentaba en primera fila. Por los rubios y rebeldes cabellos que llevaba engominados hacia atrás y por sus retadores ojos azules, tan característicos de los Alfonso, el profesor no tuvo dificultad en reconocer que se trataba del esquivo alumno que había evitado asistir a sus clases hasta ese momento.
Jenkins sonrió, satisfecho de que aquella chica hubiera conseguido traer a ese rebelde de vuelta a sus clases. Y, aunque pudiera ser algo complicado, se prometió ser fiel a sus preceptos como profesor y conducir a sus estudiantes por un buen camino en la vida. «Después de todo, no puede ser tan difícil enseñar a ese chaval», pensó Jenkins, mientras veía cómo Pedro intentaba imitar la perfecta postura de buen alumno que otros mostraban y prestaba suma atención a cada una de sus palabras como si estuviera decidido a ser un estudiante ejemplar a partir de entonces…
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