domingo, 14 de octubre de 2018
CAPITULO 68
Cuando Paula llegó a su casa a la mañana siguiente, su furioso padre la esperaba vigilando la entrada. Bajo sus ojos se podían distinguir unas enormes ojeras, consecuencia de pasar toda una noche en vela, preguntándose dónde estaría su hija y qué le habría pasado. Paula sintió pena por haber inquietado a sus padres
con su ausencia, hasta que bajó de la motocicleta y su padre fue en su busca para propinarle una sonora bofetada y alejarla de Pedro lo más rápidamente posible.
—¿Tienes algo que decir? —le preguntó Tomas a su hija, mientras no dejaba de mirar, enfurecido, su desaliñado aspecto, suponiendo lo que había estado haciendo con ese indecente joven que la acompañaba.
—Que no me arrepiento de nada —respondió Paula, enfrentándose a él por primera vez en la vida, con una satisfecha sonrisa que le aseguraba que nada de lo que le dijera o hiciera la haría cambiar de opinión.
—Sabes que para él sólo eres un juego, ¿verdad? Que en cuanto pase otra chica bonita por su lado te olvidará tan fácilmente como de seguro ya habrá hecho con otras y...
—¡Se equivoca! ¡Quiero pasar el resto de mi vida con ella! —lo interrumpió Pedro, aclarando que, para él, Paula no era ningún juego.
—¡Peor me lo pones! —exclamó airadamente Tomas, mientras dirigía una furiosa mirada hacia Pedro—. ¿Qué es lo que pretendes? ¿Casarte en cuanto termines el instituto? ¿Y qué harás? ¿Cómo la mantendrás? ¿De qué vivirás y dónde? ¿O es que pretendes que te mantengamos nosotros?
—No soy ningún vago, señor, y sé cómo ganar mi propio dinero.
—Sí, un dinero ilegal procedente de apuestas, de la suerte a la mejor carta… ¿y qué harás cuando tu suerte se acabe?
—¿Cómo sabe…?
—¿Lo de las apuestas? ¡Por favor, chico! ¡Whiterlande es un pueblo pequeño, y por más lejos que te vayas para realizar tus trapicheos, los rumores vuelan!
—Estoy dispuesto a hacer todo por ella, incluso a convertirme en ese hombre que usted busca para que esté a su lado.
—Eso habrá que verlo… —declaró Tomas, antes de arrastrar a Paula hacia el interior de la casa, alejándola del impertinente muchacho que jamás le convendría.
—¡Papá! ¡Papá! ¡Papá, escúchame! —reclamó ella, zafándose del fuerte agarre de su padre cuando ambos estuvieron dentro—. Papá, estoy enamorada de Pedro —confesó Paula, intentando que su padre viera que lo que sentía, a pesar de su juventud, era muy real.
—Ya se te pasará —fue la única e intransigente respuesta que Tomas concedió hacia los sentimientos de su hija, dándoles a continuación la espalda, tanto a ella como a las razones que tenía para amar a ese sujeto.
—¿Por qué no me escuchas nunca? —susurró Paula al silencioso pasillo siendo ignorada de nuevo.
Y, una vez más, Paula se sintió incomprendida e impotente, debido a que, por más que expresara su opinión, sus palabras y sus sentimientos, éstos eran desdeñados por sus padres, porque para ellos simplemente no eran los adecuados.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario