domingo, 7 de octubre de 2018
CAPITULO 45
—A ver si entiendo lo que me estás diciendo: ¿me estás chantajeando para conseguir unas bragas? —preguntó Zoe, preocupada por las perversiones a las que podían llegar algunos hombres.
—No unas bragas cualesquiera, sino éstas en concreto —indicó Pedro emocionado, tras sacar del bolsillo de su cazadora el recorte del anuncio de una revista.
—No sabía que tenías esos gustos… No obstante, no creo que las hagan de tu talla —señaló Zoe, sin poder evitar burlarse un poco más del muchacho que nunca le pagaba las cervezas.
—Tú y yo sabemos que no son para mí —replicó Pedro, frunciendo reprobadoramente sus cejas ante sus burlas.
—Sí, pero después de ver cómo es tu relación con Paula, creo que serás tú el que acabe llevándolas.
—No te preocupes, puedo llegar a ser muy convincente; prueba de ello es que tú todavía no me hayas echado a patadas de tu bar.
—No te preocupes, todo llegará —respondió Zoe, molesta con la presunción de ese sujeto.
—Te apuntaré la talla de Paula en un papel y tú comprarás esa lencería donde narices sea que la adquiráis las mujeres.
—¿Y tú cómo sabes cuál es la talla de Paula? —indagó Zoe con curiosidad, mientras le tendía a Pedro lápiz y papel. Después de ver cómo éste hacía varios gestos un tanto obscenos con sus manos para recordar las medidas exactas de los pechos y el trasero de una mujer, dejó de insistir en su pregunta.
—Vale, ¿cuándo podrás conseguirme esto? —preguntó Pedro tras darle el papel donde había anotado las medidas, así como el recorte de la revista, para que tuviera en cuenta cuál era el modelo de lencería exacto que deseaba adquirir.
—Estos modelitos son un poco caros y no sé si tendré…
Pero antes de que Zoe terminara sus palabras, éstas fueron acalladas por el fajo de billetes que Pedro colocó encima de la barra.
—En serio, ¿de dónde narices sacas tanta pasta? Y, más importante, ¿por qué nunca me pagas las cervezas? —protestó Zoe, haciéndose con el dinero que debería costar ese conjunto y algo más como propina por su inestimable ayuda —. Lo encargaré hoy mismo, pero como esos osados modelitos aún no han llegado al pueblo, tal vez tu pedido tarde algunas semanas.
—No importa, me pasaré de vez en cuando por el bar para ver si ha llegado. Y lo principal: que nadie más se entere, especialmente Paula. ¿De acuerdo?
—No te preocupes, yo sé guardar un secreto —aseguró Zoe con semblante serio, para luego esbozar una maliciosa sonrisa cuando Pedro abandonó su local —. Lo que pasa es que no me da la gana… —susurró, justo antes de sacar la pizarra de su escondrijo y comenzar nuevamente con las apuestas sobre ese hombre que, sin él saberlo, siempre le pagaba las cervezas que consumía en su
bar.
—¿Sobre qué vamos a apostar hoy, Zoe? —se interesó animadamente uno de los jóvenes que se hallaban en el local.
—¡Señoras y señores, Pedro Alfonso ha decidido comprar una lencería escandalosa! —anunció Zoe a gritos, mostrando el anuncio de la revista, y mientras recibía algún que otro desvergonzado silbido, prosiguió con su discurso —. La pregunta del millón es: ¿conseguirá Pedro que Paula se ponga esas bragas o, por lo contrario, será él quien acabe llevándolas de una u otra manera?
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