lunes, 15 de octubre de 2018

CAPITULO 71




—¡Esto es inaceptable, señor Jenkins! Cuando mi hijo vuelve a casa desde el instituto, se va directamente a su habitación…


—No creo que eso sea algo malo —repuso el profesor, sin ver problema alguno en las protestas de esa mujer.


—¡Sí, si se queda sentado en la silla del escritorio como si fuera un idiota! ¡No me hace caso cuando lo llamo, no realiza ninguno de mis mandados ni sus tareas! De hecho, adopta una estúpida postura, como la de un maniquí, ¡y no hace nada más en todo el día! —exclamó airadamente la mujer, avivando las protestas de todos los padres.


—Mi hija ahora no rehúye mis veladas de té, pero permanece sentada impasible, sin hacer ningún movimiento y sin hablar. ¡Y también adopta esa estúpida postura como si fuera un maniquí! Y aunque he intentado evitar que asista a mis reuniones de té, en las que lo único que logra es espantar a mis amigas con su comportamiento, no lo consigo, porque cuando viene del instituto se sienta en uno de los sillones del salón y no se mueve hasta que llega la noche.


—¡Mi Bobby ni siquiera se sienta a cenar con nosotros, se queda en su habitación, totalmente inerte! ¡Si no fuera porque le llevo los platos de comida a su cuarto y recojo las sobras, creería que tengo un muñeco por hijo!


—¡Yo obligo a Marcus a ir a los entrenamientos de fútbol, pero el muy estúpido se queda en mitad del campo, parado como una tabla, recibiendo todos los placajes!


—Yo llevo a mi Alison a clase de canto, pero ni siquiera abre la boca, a pesar de que la hayan amenazado con echarla del coro…


—Esto… ¿han intentado hablar con sus hijos? —preguntó el señor Jenkins, mostrándoles lo evidente a esos desorientados padres, un consejo que apenas se hizo oír entre los gritos de protesta de la masa que lo rodeaba.


—¿Cree que no hemos intentado acabar con su estúpido comportamiento? Yo le he gritado decenas de veces a Candy, incluso la he castigado, pero su respuesta siempre es la misma: ¡me ignora y no se mueve del sitio, manteniendo la misma maldita postura!


—Yo le he dado algún que otro tortazo a mi Jeremy, pero ni eso hace que cambie de opinión. ¡El muy cabezota ni siquiera se mueve!


—¡He dicho hablar con ellos, señoras y señores, hablar, no regañarlos o vapulearlos hasta que les obedezcan! ¿Por qué no escuchan lo que tengan que decirles e intentan averiguar el porqué de su comportamiento? Creo que sus hijos están llevando a cabo una protesta pasiva, con la que les están diciendo que lo único que quieren es ser escuchados.


—¡Cómo se nota que usted no tiene que aguantar sus insolentes comportamientos! —dijo despectivamente una de las ofendidas madres.


—¿Decía usted? —preguntó irónico el señor Jenkins, tras abrir la puerta de su clase a los airados padres para mostrarles por qué motivo los había llamado esa mañana—. Llevan así desde principios de la semana y créanme cuando les digo que no han avanzado mucho en sus lecciones —indicó el profesor, señalando a treinta figuras inmóviles que, aunque permanecían sentadas en sus respectivos pupitres, no hacían otra cosa que permanecer totalmente quietos, mirando la pizarra.




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