jueves, 27 de septiembre de 2018

CAPITULO 10




—¿Qué piensas de las barbies que ha traído tu padre a casa para que te decidas, Santiago? —preguntó despreocupadamente Pedro, recostado en la cama del cuarto que compartía con su primo.


—No es adecuado que las llames así, Pedro, los amigos de mi padre son unas preciadas visitas y sus hijas sólo son…


—El lastre que los acompaña para echarte el lazo y atraerte hacia el matrimonio —completó Pedro con sorna—. Dime, Santiago, ¿tu padre te ha planificado el futuro tan bien como el mío intenta hacer conmigo?


—No, mi padre solamente me aconseja sobre la mejor forma de seguir un digno camino en la vida y…


—Sí, lo que tú digas. Entonces, ¿no te ha recomendado el trabajo al que debes acceder, la casa que debes comprar y la mujer que será la más adecuada para ti?


Pedro, ¿por qué no te preocupas de arreglar tu desordenada vida antes de intentar arreglar la mía? —replicó Santiago, cuando las persistentes palabras de su primo al fin consiguieron molestarlo.


—Es justo lo que estoy haciendo: me gusta una de las chicas que han venido esta noche a tu casa y quiero saber si tendré competencia.


Pedro, no quiero acabar con tus esperanzas, pero no creo que seas el tipo de hombre que llame la atención de Barbara…


—¿Barbara? ¡Ja! —rio Pedro—. La chica de plástico es toda para ti, yo me quedo con la de verdad.


—¿Paula? ¿Te gusta Paula? —preguntó Santiago, sorprendido por la posibilidad de que alguien se fijara en la apocada y tímida niña que él conocía desde la infancia.


—Sí, no sé de qué te extrañas. Esa chica puede ser bastante interesante.


—¿Estamos hablando de la misma Paula que es tan tímida que no ha dicho más de dos palabras en toda la noche?


—Bueno, por lo que veo, tengo esperanzas —declaró jactancioso Pedrolevantándose alegremente de la cama de su primo mientras se estiraba, decidiendo su próximo movimiento para llamar la atención de esa rebelde damisela que tan bien se escondía de todos.


Pedro, no creo que sea buena idea que vayas detrás de ninguna de esas chicas: ambas son unas decorosas señoritas a las que sin duda puedes llegar a espantar con tus avances —le advirtió Santiago, sin creerse de verdad que el rebelde de su primo estuviera decidido a perseguir a la retraída Paula.


—Pero ¡qué poco conoces a esa chica, Santiago! Te advierto una cosa, primo: cuando la conozcas de verdad, tal vez comience a interesarte, pero ya será demasiado tarde para ti, porque yo sólo juego para ganar, y en esta ocasión he apostado por ella.


—¡No quiero que juegues con Paula! —increpó Santiago a su primo, molesto con la idea de que alguien pudiera dañar a esa tierna chica.


—¿Y eso por qué?


—Porque Paula y yo nos conocemos desde niños y la aprecio como a una hermana pequeña. No quiero que manches su nombre o que hagas algo indecente con ella que pueda llegar a causarle complicaciones.


—Entonces tenemos un problema, querido primo, porque yo nunca he sido muy decente que digamos y sin duda quiero pervertir a esa rubita en más de un aspecto. Aunque por ahora solamente la agitaré un poco —anunció abiertamente Pedro, mientras abría la ventana del cuarto de su primo, por donde pensaba escapar de los sermones sobre la decencia que podía llegar a dar Santiago a pesar de su joven edad.


—Te lo advierto: no pienso permitir que te acerques a Paula —manifestó Santiago, preocupado por las intenciones que tenía Pedro hacia esa inocente chica de la que se sentía responsable—. ¿Se puede saber qué estás haciendo? — preguntó con irritación cuando vio a su primo ignorándolo descaradamente, mientras se disponía a salir por la ventana.


—Escaparme de casa, por supuesto —replicó despreocupadamente Pedrodescendiendo por la bonita enredadera con la que la señora Alfonso había decidido adornar la fachada de su hogar.


—Pero ¡si acabas de llegar!


—Sí, pero tengo muchas cosas que hacer antes de instalarme.


—¿Ah, sí? ¿Por ejemplo?


—Pues lograr que una chica no pueda olvidar mi nombre.




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