martes, 25 de septiembre de 2018

CAPITULO 6




Normalmente las cenas comenzaban temprano y duraban unas tres horas, más o menos, contando las insulsas conversaciones, los postres y los licores que los hombres solían degustar al acabar de cenar. Paula siempre intentaba calcular su duración, sobre todo para saber cuánto tiempo tendría que aguantar con el insufrible vestido que le tocara llevar, ya fuera para evitar que éste estallara o para no asfixiarse, ya que le costaba respirar por lo apretados que su madre insistía en que se los hicieran.


Pero ése no era su día. El vestido nuevo había sido una tortura desde el principio. A pesar de tener un bonito color celeste, que resaltaba sus ojos, y un moderno diseño, que dejaba sus hombros al descubierto cubriendo con sus mangas hasta los codos, los innumerables y pequeños botones que tenía en la espalda se le clavaban, y el hermoso corpiño sobre su pecho y su cintura únicamente servía para aprisionarla y dejarla sin respiración. Gracias a Dios que sus anchas caderas habían quedado fuera de tal tortura en esta ocasión, porque el vestido desplegaba desde la cintura una armoniosa falda con mucho vuelo, que le llegaba hasta las rodillas.


Ese endemoniado atavío era demasiado estrecho, demasiado apretado y demasiado rígido hasta para permitirle hablar, pero Paula, ante las exigencias de su madre, se había presentado finalmente delante de aquel adorable hombre al que hacía todo un año que no veía, con un vestido que la hacía parecer un embutido, hablando con una voz apocada y débil que no era la suya y sintiéndose enferma cada instante que él intentaba entablar una conversación con ella, mientras esperaban a la insufrible visita que llegaba con retraso.


Para empeorar su mala suerte, una chica con las medidas perfectas, la mejor educación y el mejor aspecto posible de «niña buena» había decidido asistir también a esa repentina cena que habían organizado los Alfonso. Barbara no tenía que hacer ningún esfuerzo para sentarse o para respirar, ni siquiera para hablar despreocupadamente con Santiago. 


Mientras Paula intentaba recuperar el aliento a duras penas en su apartado sofá, era alentada continuamente por su madre para que se entrometiera en el adorable escenario que rodeaba a esa idílica pareja que se mostraba ante ella.

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyy, qué insoportable la madre, por qué no la deja en paz y vestirse como quiere?

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  2. Me encanta esta historia al igual que las anteriores! Son tan divertidas!

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