miércoles, 17 de octubre de 2018
CAPITULO 77
Desde que el padre de Paula me planteó su desafío, no tenía tiempo para nada: los estudios eran mi prioridad para conseguir un buen trabajo. Pero quién narices iba a contratar a un joven recién salido del instituto, y más aún cuando mis únicas referencias posibles eran tan lamentables como las que podían facilitarme unos profesores enfadados por mi impertinente comportamiento, que sólo señalaba su ineptitud.
En fin, el único profesor que no me ponía de vuelta y media era el señor Jenkins, algo que aproveché para atosigar a quien me había dado trabajo, aunque sólo fuera como parte de un castigo: Tony.
—Como ves, Tony, tengo las mejores referencias de mis profesores. En esta carta dice que soy responsable, muy capaz e inteligente, y que cuando emprendo una tarea no desisto hasta terminarla.
—¿En serio, chaval? ¿A quién has sobornado para conseguir esa carta de recomendación? —curioseó Tony, a la vez que alzaba con escepticismo una ceja, sin creerme ni a mí ni a mi recomendación, mientras lo perseguía por todo el taller.
—No he sobornado ni presionado a nadie. Esta referencia vino de la buena voluntad de mi profesor. Yo sólo tuve que pedírselo y él estuvo muy dispuesto a escribirla.
—Lo persiguió día y noche. Incluso tuvo el atrevimiento de ir a casa del señor Jenkins para conseguir esa dichosa carta de recomendación —declaró Santiago despreocupadamente, mientras salía de debajo de una furgoneta que
estaba arreglando, dando al traste con mi maravilloso plan con su inoportuna intervención, así que no dudé en propinar una patada a la camilla de mecánico donde se encontraba, para que volviera a desaparecer de mi vista.
—Lo importante aquí no es cómo he conseguido esta carta, sino que ella me hace apto para conseguir un trabajo donde me paguen —especifiqué, recordando que a cambio de las horas perdidas en ese taller no había recibido ni un céntimo.
—Por mí como si esa carta la hubiera escrito el Presidente. Tú no te acercas a mis coches ni en broma, Pedro, sólo sabes destrozarlos. Y no pienses ni por asomo que te voy a contratar en mi taller cuando todo lo que tocas tengo que
volver a repararlo —declaró Tony, mientras se limpiaba las grasientas manos en el sucio trapo que siempre colgaba de uno de los bolsillos de su mono de trabajo —. Mira, chaval, ¿por qué no buscas un trabajo que se adecue más a ti, a tus
aptitudes y capacidades, y te olvidas de intentar convencerme para que te contrate? Porque eso es algo que nunca ocurrirá. Después de todo, cuando termines el instituto tendrás todo el tiempo del mundo para hallarlo —dijo Tony,
golpeándome amigablemente la espalda, intentando darme ánimos para seguir adelante.
—No, no lo tengo —susurré, cuando Tony hubo desaparecido de mi vista y creía que nadie oiría mi lamento.
—¿Por qué dices que no tienes tiempo? —preguntó impertinentemente mi primo, volviendo a salir de debajo de la furgoneta.
—Por el puñetero señor Chaves y sus absurdas exigencias para que pueda acercarme a Paula.
—Pero si el señor Chaves es un hombre muy comprensivo y amable. No sé lo que te habrá pedido, pero seguro que sus exigencias entran dentro de lo razonable —opinó Santiago, volviendo a ser el chico de perfectos modales, que no cuestionaba a sus mayores, por lo que levanté la pierna para darle otra patada a la camilla con la idea de que desapareciera de mi vista otra vez. Pero Santiago fue más rápido, se levantó de su precaria posición y, mientras se limpiaba las manos, se interesó por mi problema—: Veamos, ¿qué te ha pedido el señor Chaves?
—Un trabajo estable, una casa propia y que Paula me elija por encima de su familia —mascullé furiosamente entre dientes, al recordar las exigencias de ese hombre—. Como ves, casi nada —finalicé con ironía, renegando de mi lamentable situación.
—¡Joder! Y yo creía que lo tenía difícil en esta vida... —manifestó Santiago, después de escuchar la desproporcionada propuesta de ese hombre—. ¿Qué hiciste para cabrearlo tanto?
—Acostarme con su hija.
—Bueno, creo que ése es un motivo bastante razonable para que quiera fastidiarte. ¿Por qué no utilizas tus apuestas para conseguir el dinero que necesitas?
—Tuve que prometer que no jugaría más, para que me deje aunque sólo sea respirar cerca de Paula.
—Creo que has cavado tu propia tumba al acceder a esa alocada propuesta, querido primo, y la pregunta que me viene ahora a la cabeza es: ¿por qué lo has hecho?
—¿No es obvio? Por Paula. Me metería en mil líos solamente para poder estar a su lado.
—¿Y cómo demonios piensas lograr todo eso en…? ¿Cuánto tiempo tienes para conseguirlo? ¿Uno? ¿Dos? ¿Tres años…? —preguntó Santiago, sugiriendo unos períodos razonables para cumplir con las exigencias de Tomas Chaves.
—Tres meses —respondí, revelándole la difícil situación en la que me encontraba.
—¡No me jodas! Y cuando termine ese plazo, ¿qué pasará?
—Paula y su familia se trasladarán a la ciudad, a una dirección que, por supuesto, el señor Chaves no está dispuesto a facilitarme. Por cierto, enhorabuena: tu padre se irá a Londres con un nuevo empleo que creo que el señor Chaves le ha encontrado tan lejos sólo para fastidiarme.
—Así que tus opciones, si no has conseguido lo prometido para cuando acaben estos tres meses, son…
—Volver con mi padre para trabajar en su fábrica o, déjame pensar… ah, sí, volver con mi padre para trabajar en su fábrica —repliqué irónicamente, recordando el camino que siempre había querido evitar.
—También podrías quedarte en este pueblo. Después de todo, se ha acabado convirtiendo en un segundo hogar para ti. Tienes muchos amigos —me recordó Santiago, haciéndome sonreír ante el recuerdo de alguno de los personajes más inadecuados que había conocido allí. No obstante, a pesar de ello, no pude evitar contestarle a mi primo con sinceridad.
—Sin Paula no.
—Bueno, querido primo, en ese caso, ¿podrías decirme cómo piensas conseguir lo imposible?
—No tengo ni puñetera idea —respondí con desánimo, mientras me mesaba los cabellos y calculaba cuánto tiempo me quedaba para cumplir con una apuesta imposible, en la que había puesto en juego lo más importante para mí: a Paula.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario